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Las cuevas para el turismo

En estos días circula por un foro de espeleología (Ixtazochitla) la solicitud de una organización vietnamita sobre información y experiencias en la habilitación turística de cuevas. Se trata de un proyecto de conservación denominado Pu Luong-Luc Phung, localizado en el distrito Ba Thuoc, de la provincia Thanh Hoa, en Vietnam, que tiene un conjunto de cuevas que va a ser habilitado para el manejo turístico.

Vietnam es un país muy conocido en todo el mundo por dos grandes razones: por las agresiones recibidas y por las heroicas respuestas de su población a esas agresiones.

Esa corriente de utilización de cuevas para el turismo va “in crescendo” en todo el mundo, y resulta un tema actual en la República Dominicana dados los recientes casos que tenemos en San Pedro de Macorís (Cueva de las Maravillas) y en San Cristóbal (Cuevas del Pomier).

La modificación en cuevas como Maravillas y El Pomier, principalmente en relación con la utilización de cemento en su interior, suscitó (y suscita todavía) discusiones en relación con la conservación y el manejo de estos ecosistemas, de por sí muy frágiles.

Ha sido su acondicionamiento para la visitación educacional y turística lo que determinó la utilización de cemento (portland gris) en la construcción de caminerías y en la uniformización –si cabe el neologismo– de espacios planos en zonas donde los grupos de visitantes no pueden manejarse en fila, como ordena la caminería.

Lo de los propósitos no ha sido tema de discusión. Pero lo de la utilización de materiales ajenos a las cuevas sí ha generado opiniones en contra. Decidido el asunto de que es posible la habilitación de cuevas tanto para educación como para turismo ¿qué materiales pudieran utilizarse para ello?

Escojamos algunos: madera, roca, metal, plástico, resina, cemento…, no creo que pueda utilizarse el vidrio para construcciones dentro de las cuevas, pero ¿quién sabe?, opiniones hay por montones.

Si a elegir vamos, no hay posibilidad de utilizar ni resina ni plásticos en la construcción de caminerías dentro de las cuevas, que son la principal modificación. Y no es posible por las cantidades que se demandaría y por la contaminación química que esto implicaría. Tendríamos entonces otros tres materiales: roca, metal y cemento.

Utilizar roca es lo mismo que utilizar cemento, puesto que para su colocación es necesario el cemento, posiblemente más cemento que si solo éste fuera a ser utilizado, ya que para lograr uniformidad y firmeza de la roca es necesario el cemento.

La madera pudiera ser ideal, y de hecho lo es en algunos sitios, como en una de las entradas de Cueva Mamut, de los Estados Unidos (todas las demás áreas habilitadas lo fueron con cemento). Pero se da el caso que en Kentucky no hay bosque húmedo, como tampoco una fauna “maderófaga”, y la madera utilizada fue tratada con químicos.

La utilización de metal pudiera ser también posible, pero en zonas donde el agua no le afecte. Pudiera pensarse en metales (acero por ejemplo) inoxidables, pero ¿sobre qué bases y en qué cantidades? Además, las bases metálicas sosteniendo, digamos, madera, o un tipo de resina con aspecto de madera que se está ensayando actualmente, tiende a utilizar pernos, tornillos, sujetadores, etc., y aquí viene entonces la última cuestión.

La seguridad de la visitación turística es fundamental para la operatividad de destinos turísticos. Nadie lleva grupos de turistas a lugares donde no haya un máximo de seguridad para los visitantes de cualquier edad. Los riesgos de demandas exceden con mucho a cualquier imaginación.

La seguridad entre los grupos de visitantes; evitar caídas, golpes, arañazos, torceduras o cualquier tipo de accidentes (leves o mortales) es de primer orden en el manejo del turismo en todos los países que hacen de esta actividad un recurso económico importante, como ocurre en la República Dominicana. Y la visitación a cuevas no puede ser segura sin la utilización de caminerías, escalinatas, calzadas, pasamanerías o cualquier otra construcción con suficiente solidez y garantía de que no va a ceder ante cualquier peso.

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO