BIGtheme.net http://bigtheme.net/ecommerce/opencart OpenCart Templates
miércoles , noviembre 13 2024
Inicio | :: Articulos | Mirar, con los ojos y el corazón

Mirar, con los ojos y el corazón

 

Amparo Chantada
Amparo Chantada

Aprovechando el debate sobre la no conveniencia de una cementera en el Carso de Los Haitises, quiero llamar la atención  sobre el concepto de paisaje. Existen diferentes tipos de paisaje: el paisaje natural, el  cultural, el  cultural heredado (con valor universal), reliquias de paisaje cultural y natural. Esas categorías tienen el propósito de señalar a la Humanidad la importancia  de conservar esos lugares como santuarios para no perder el hilo de la memoria histórica.

 

Si el común de los mortales supiera apreciar el paisaje, no fuera necesario “declarar esos espacios Patrimonios de la Humanidad” sencillamente, sus propietarios, los pueblos, los cuidarían religiosamente. Mirar y observar, dejarse fascinar o sorprender es una de las facultades más placenteras del ser humano, no es necesario ser geógrafo. El paisaje procura no solo enseñanzas sobre los procesos orogénicos que formaron los accidentes o volúmenes sino que nos obliga a imaginar y deducir cuáles fueron los obstáculos que tuvieron que vencer nuestros antepasados para construir algunas maravillas, a veces insólitas, otras veces gigantescas y ubicadas en sitios que nos parecen inaccesibles hoy.

Preguntarse como fue posible construir Macchu Picchu, el Monasterio de Meteora en Grecia, Ingapirca en Ecuador o  Cieza en España,  revela humildad,  nos obliga a  situarnos dentro de su misterioso y majestuoso silencio para integrarnos y formar parte de él. ¿Qué es la fuerza de la naturaleza? Es una montaña como la del Número, donde las capas diferentes de rocas parecen peinar las vertientes; es un río como el Chavón, porque la mirada se pierde para buscar su curso sinuoso; es el lago Enriquillo, enmarcado entre dos murallas naturales. Mirar Los Haitises es fijarse en esas siluetas curvilíneas, horizonte bonachón y suave que se agiganta y se vuelve misterioso para inundarse frente a la Bahía, en hermosos mogotes apiñados donde una casita campesina nos recuerda qué bella es Quisqueya; pequeña y tan diferente a cada instante. Solo hay que mirarla. 

Por: AMPARO CHANTADA
Hoy Digital