Alre­de­dor de 70% de la su­per­fi­cie del pla­ne­ta está cu­bier­ta por agua, y den­tro de ella ocu­rren dis­tin­tos fe­nó­me­nos que con­tri­bu­yen a la di­ná­mi­ca de la vida mis­ma. Pero no sólo esto, también de su actividad se puede obtener energía eléctrica de un recurso renovable.

La energía del océano es aquella que está contenida en el agua, y de ésta se des­pren­de lo que se co­no­ce como “ener­gías ma­ri­nas”, las cua­les son pro­pias de los ma­res, es de­cir, de aque­llas par­tes de océano que es­tán más cer­ca­nas a la tie­rra, como la ener­gía eó­li­ca ma­ri­na.

Es­tas fuen­tes de ener­gía ma­ri­na son una op­ción fren­te al uso de los re­cur­sos fó­si­les, los cua­les han sido ma­yor­men­te uti­li­za­dos para la ge­ne­ra­ción de ener­gía.

“Des­de los años 90 ve­ni­mos tra­ba­jan­do con la idea de apro­ve­char lo que es el acu­mu­la­dor de ener­gía más gran­de que hay en el pla­ne­ta y que lo te­ne­mos en los océa­nos, en don­de más energía podemos encontrar, desde solar, eólica, de oleaje, mareas, biomasa”, ex­pli­ca el doc­tor Ro­dol­fo Sil­va Ca­sa­rín, del Ins­ti­tu­to de In­ge­nie­ría de la UNAM.

Distintas fuentes de energía

Al­gu­nas fuen­tes de ener­gía ma­ri­na que pue­den ser apro­ve­cha­das para ge­ne­rar elec­tri­ci­dad son el olea­je, las corrientes oceánicas, el gradiente térmico y el gradiente salino.

La ener­gía que vie­ne por el olea­je se pue­de apro­ve­char de va­rias for­mas. El doc­tor Sil­va Ca­sa­rín, quien for­ma par­te del Cen­tro Me­xi­cano de In­no­va­ción en Ener­gía Océano (Ce­mie-Océano), ex­pli­ca que la ener­gía de olea­je es en reali­dad ener­gía me­cá­ni­ca con on­das de cor­to pe­rio­do (del or­den de se­gun­dos) ge­ne­ra­das por el vien­to, las cuales se encuentran en todas las costas del mundo.

El Ce­mie-Océano des­ta­ca que la ener­gía de olea­je tie­ne como una de sus ven­ta­jas el ser pre­de­ci­ble, ya que flu­ye ha­cia las cos­tas, en don­de pue­de ser cap­ta­da y trans­for­ma­da, me­dian­te con­ver­ti­do­res, en ener­gía útil.

En cuan­to a la ener­gía de co­rrien­tes ma­ri­nas, Mé­xi­co tie­ne un gran po­ten­cial. En­tre las más im­por­tan­tes que exis­ten en nues­tro país se en­cuen­tran la co­rrien­te oceá­ni­ca, que ocu­rre en las costas de Quintana Roo; las corrientes de marea, en el Golfo de California, y la corriente de Cozumel, en el mar Caribe.

Esta ener­gía está re­la­cio­na­da con la de tipo ci­né­ti­co, que apro­ve­cha la ve­lo­ci­dad, en este caso, del flu­jo del agua. La ma­ne­ra como se pue­de apro­ve­char este tipo de ener­gía de co­rrien­tes ma­ri­nas es a tra­vés de una tur­bi­na que se pone en mo­vi­mien­to y ge­ne­ra ener­gía.

Otro tipo de energía marina es la energía por gradiente térmico. Ésta con­sis­te en bom­bear agua del fon­do del mar, que está apro­xi­ma­da­men­te en­tre 500 y 1000 me­tros de pro­fun­di­dad, con una tem­pe­ra­tu­ra de en­tre los 4 a los 7 gra­dos, ha­cia la su­per­fi­cie.

Ahí, se tie­ne agua su­per­fi­cial, que está en­tre los 24 a 28°, y por me­dio de unos in­ter­cam­bia­do­res de ca­lor se van cam­bian­do las fa­ses de esta ma­te­ria, de lí­qui­do a gas. Ya en ese es­ta­do, por me­dio de una tur­bi­na que está co­nec­ta­da a un ge­ne­ra­dor, se pro­du­ce la ener­gía.

“Ade­más, con este tipo de sis­te­mas, cuan­do no re­quie­res la ener­gía eléc­tri­ca, pue­des pro­du­cir agua dul­ce que pue­de servir para la agricultura o para las poblaciones”, ex­pli­ca el doc­tor Sil­va Ca­sa­rín.

Un re­cur­so más para ob­te­ner ener­gía ma­ri­na es el gra­dien­te sa­lino. En este caso, se co­lo­ca una mem­bra­na y se po­nen en con­tac­to di­rec­to el agua dul­ce con la sa­li­na. Del in­ter­cam­bio ió­ni­co de am­bas, se pro­du­ce elec­tri­ci­dad.

Ce­mie-océano des­ta­ca que esta ener­gía con­sis­te “en aprovechar la energía que se libera cuando dos masas de agua con diferente concentración de sales se mezclan; esto pue­de ocu­rrir en am­bien­tes del­tai­cos o desem­bo­ca­du­ras de ríos al mar”.

“En­tre to­dos los re­cur­sos que te­ne­mos hay que bus­car el me­jor ba­lan­ce y la me­jor for­ma y, si son mi­cro apro­ve­cha­mien­tos, que la gen­te se apro­pie de la tec­no­lo­gía y que sepa cómo fun­cio­na. Una de las discusiones que deberíamos de estar evitando es qué energía es más limpia y cuál es más con­ve­nien­te, pues esto de­pen­de­rá del si­tio y de las con­di­cio­nes”, con­clu­ye el doc­tor Sil­va Ca­sa­rín.