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Cucho Poeta: CREDO DE UN BIÓLOGO ESCÉPTICO

Creo en la lombriz que preña la tierra con su cuerpo,
en la culebra que lleva en sus escamas
los reflejos del relámpago.
Creo en los dedos invisibles de la llovizna,
en su pacto con el musgo y el silencio.
Creo en la paciencia de la araña,
esa costurera ciega que filtra el viento.

Creo en la herida milenaria de la montaña,
en su espalda cargada de siglos y raíces.
Creo en el trueno que se desata en la pradera
como un dios que reclama ser nombrado.

Creo en los árboles que crecen sobre dunas ardientes,
en los sembradores alados que habitan en cavernas
y lanzan semillas contra la desesperanza y la desidia.

Creo en los insectos que construyen catedrales invisibles,
en el vuelo preciso de búhos y lechuzas,
esos poetas nocturnos que ubican
con versos las presas escondidas.

Creo en los que llevan su concha a todas partes,
en los que se arrastran desnudos en la hojarasca,
y en los que, pese al miedo,
siguen el rastro de las luces celestes.

Creo en la danza de la medusa,
en el pudor del erizo y en la estrella marina
que se abre como un corazón sin nombre.

Creo en el polvo:
ese sol dormido que aguarda su turno para cantar.
En el cactus que bebe de la nada
y florece para nadie.

Creo en mi madre,
en el dolor que la tejió
como una costura de savia y de fuego.
Creo en su amor,
un animal salvaje que nunca aprendió a rendirse.

Creo en la niebla que cuenta historias,
de la vida y de su propia vida.
En el hongo que duerme entre las sombras,
en la roca que se sueña líquida bajo la tierra.

Creo en el sol,
porque insiste en regresar cada mañana.

Creo en el hombre y en la mujer,
en su fragilidad feroz,
en sus errores fértiles,
en sus manos cuando construyen
y cuando acarician sin pedir nada.

Creo en los sueños que cruzan los mares
como peces de fuego,
en las esperanzas que se enredan en corales,
en los anhelos que florecen
aunque nadie los mire.

Creo en el café
que viaja desde el monte hasta mi taza,
como un duende travieso
disfrazado de aroma y sabor a la patria.

He encontrado constelaciones en el lodo,
bibliotecas en el zumbido de un ala;
y en una hoja caída,
el mapa entero del universo:
en eso creo.

Yo creo en mí,
no porque sea fuerte, sabio, poderoso,
sino porque, cuando caigo,
me levanto
y camino.

Porque toda rebelión comienza en el asombro,
y porque, definitivamente,
amar lo vivo
es ya un compromiso
con salvarlo.

Luis Carvajal