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Un volcán más explosivo y fuerte de lo esperado

Este volcán ha sido más fuerte de los esperado ya que durante años se tenía la percepción de que las erupciones históricas de Canarias eran mucho más tranquilas. Sin embargo, estudios recientes ya mostraban otras más explosivas de lo recogido en crónicas, como la del Chinyero en Tenerife hace más de 100 años. Los depósitos de esta erupción indicaban pulsos muy energéticos en las primeras fases.

La primera semana de esta nueva erupción de La Palma fue la más variable. Como ya advertimos los científicos, los comienzos de un volcán son los más volátiles y nos encontramos con momentos de incertidumbre. El magma con origen en la intrusión somera (de 7 a 11 km) tenía un alto contenido en gas que aumentó su explosividad. Una vez ocurrida la pausa el 27 de septiembre, ha continuado su actividad manteniéndose relativamente estable, con un magma que esta vez provenía directamente del manto.

En ocasiones ha habido momentos más explosivos, con emisión de gran cantidad de ceniza, o más efusivos, con emisión de coladas bastante fluidas. Se han producido y se seguirán produciendo nuevos puntos de emisión cercanos al punto eruptivo, ya sea por bocas preexistentes, como la zona sur donde el primer día emitía explosiones freatomagmáticas; o zonas de emisión de coladas de lava, como la que vimos a principios de octubre a 600 m del cono principal. Esto entra dentro de lo esperable en este tipo de erupciones.

Quizás la mayor preocupación en la población es la posible aparición de un nuevo centro eruptivo lejos del actual. Aunque la probabilidad no es nula, es verdad que a día de hoy no encontramos ninguna señal que indique que esto puedo pasar.

Ahora mismo existen terremotos en dos zonas concretas: la primera en la base de la isla, entre 11 y 15 km, y en la zona donde la intrusión magmática comenzó a golpear bajo la isla el 12 de Septiembre. Esta actividad se inició el día del parón y parece estar relacionada con el aporte de magma nuevo desde el manto.

La segunda zona sísmica se encuentra a entre 30 y 40 km y parece encontrarse en el lugar donde el magma se almacenó bajo la isla durante años o décadas. Esta sismicidad puede estar relacionada con el “vaciado” de magma. Sin embargo, no se observa evolución en esta sismicidad ni en la deformación u otro parámetro que indique la presencia de una nueva intrusión que pueda generar una nueva erupción volcánica lejos de la primera.

Lo más normal es que la erupción continúe emitiendo piroclastos y coladas de lava por los centros de emisión ya activos, con actividad estromboliana (cenizas y otros piroclastos) y hawaiana (coladas de lava), y con aumentos y disminuciones de explosividad dentro del margen ya vivido durante las últimas tres semanas.

Misma peligrosidad, más vulnerables

Otra incógnita que ha arrojado este volcán refiere a la actividad sísmica eruptiva creciente, con magnitudes máximas que se superaban cada pocos días. Los terremotos en áreas volcánicas como Canarias suelen comportarse de manera diferente a las regiones tectónicas más conocidas.

En régimen tectónico, la evolución temporal de la sismicidad suele seguir tres posibles patrones: un gran terremoto seguido de réplicas que disminuyen con el tiempo, un gran terremoto precedido de sismicidad creciente y seguido de réplicas que disminuyen con el tiempo, o una serie de terremotos que aumentan y disminuyen paulatinamente sin un gran terremoto característico.

Sin embargo, en regiones volcánicas encontramos un cuarto tipo de distribución temporal con un incremento paulatino de la actividad, con terremotos cada vez de mayor magnitud hasta que se produce un descenso brusco. Este tipo de evolución la vivimos en El Hierro en 2011, antes y durante la erupción. Un posible mecanismo para explicar este comportamiento es la existencia de una presión continua debida a presencia de magma o a cambios eruptivos. Esta presión se aplica sobra cierta región de forma continuada y libera la energía primero en forma de pequeños terremotos. Sin embargo, hay zonas capaces de “almacenar” energía de esta presión y la liberan más tarde en forma de mayores terremotos. Cuanto más tiempo pase mayor es la probabilidad de la ocurrencia de dichos seísmos.

Todo lo vivido este último mes entra dentro de una erupción volcánica de parámetros conocidos, pero lo que cambia es que nos encontramos ante una erupción volcánica en tiempos modernos. La peligrosidad de las erupciones en Canarias no ha cambiado pero si nuestra vulnerabilidad a ellas (más población y más infraestructuras), algo que aumenta el riesgo volcánico.

Dentro de la mitigación de este riesgo entra en juego la vigilancia volcánica, el trabajo del Instituto Geográfico Nacional, que salva vidas, aunque poco puede hacer con los bienes materiales. Otro punto importante es la comunicación de la información científica, cosa en la que se ha mejorado si comparamos con la erupción de El Hierro de hace 10 años. Se debe hacer sin tapujos, admitiendo cuando no se conoce a ciencia cierta el comportamiento futuro de la erupción, pero sin dejar de hacer un servicio a la población y respondiendo a sus inquietudes cuando sea posible.

Tener una población bien informada y formada en el fenómeno puede reducir el riesgo. El pánico que pueden generar los bulos o las interpretaciones de fuentes no oficiales debe ser mitigado y solo puede hacerse informando. Los palmeros comprenden mejor que nunca el fenómeno volcánico y su vocabulario, y entienden cada vez mejor los riesgos. Sí se debería recalcar, fuera de la isla, la seguridad que hay en las zonas no afectadas por la erupción, que es el 95 % de La Palma. Lo importante es que hasta ahora no ha habido ninguna víctima, pero la erupción todavía podría durar meses y todos tenemos que estar preparados para ello.

Agencia SINC