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Metamorfosis forestal en el siglo XIX (3)

España manda a Layunta a esta parte del Caribe, y en especial a Samaná, porque temía que los Estados Unidos se quedara con esos recursos, negociados por Santana entre el 1854 a 1856. Y España necesitaba trasladar la construcción de sus barcos fuera de Cuba por la carencia de la madera.

Como señalamos en la entrega anterior, a lo largo del siglo XIX, la isla de Santo Domingo vivió una transformación profunda en sus paisajes forestales. La anexión a España en 1861 despertó un renovado interés por la explotación de sus recursos naturales, en especial sus bosques. En este contexto, el botánico Fernando Layunta llegó a la isla con la misión de evaluar su riqueza forestal. Su viaje no solo reflejaba la preocupación de la corona por la disminución de los bosques de especies preciosas cercanas a los puertos de embarques, sino también el potencial que estos representaban para la explotación maderera. Su informe, presentado a la monarquía, no solo registró la abundancia de especies valiosas como la caoba, el cedro y otras entre ellas especies no maderables, sino que también evidenció la importancia estratégica de lugares como Samaná en las ambiciones imperiales.

 Monarquía española y el bosque dominicano

La fragmentación forestal y socioambiental para el siglo XIX (del bosque de galería y llanuras costeras próximas a puertos, valga mil veces la aclaración), sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, se evidencia porque a raíz de la monarquía española anexar a la joven República Dominicana mediante la gestión (traición a los ideales patrios) del general  Pedro Santana, quien se había distinguido como paladín de  la lucha contra la ocupación haitiana; pocos meses después, una de las medidas tomadas por la corona española, en materia de montes o bosques, fue enviar a Fernando Layunta, uno de sus científicos que fungía como director del Jardín Botánico de La Habana, con la misión de percatarse de la situación de los bosques de la ahora en colonia o “provincia” de ultramar.

La visita del científico Layunta a Dominicana fue publicada por el historiador dominicano Raymundo González en la revista ECOSUASD (2021), con el título Informe del Señor Fernando Layunta, Dando Cuenta al Gobierno de su Majestad Acerca de la Arborización de los Montes de la Isla de Santo Domingo. Este documento se puede considerar de suma importancia para la historia forestal de República Dominicana, porque abre una discusión sobre si, para esa  época, había desaparecido el bosque comercial en esta tierra como ya había sucedido en Haití y las demás islas caribeñas o teníamos bosques infinitos, como bien expresó Layunta.

Dicha publicación describe que  el científico Layunta le escribió al monarca, estando en La Habana el 17 de agosto de 1861: “Honrado con la delicada comisión de arborizar (reforestar y manejar) los montes de la Isla de Santo Domingo durante la visita de Vuestra Excelencia, cábeme la satisfacción de haber practicado cuantas diligencias he creído necesarias para llenar las altas miras de Vuestra Excelencia en asunto de tanta importancia (https://doi.org/10.51274/ecos.v28i21.pp119-121. Negritas y paréntesis, PT).

Al parecer, Layunta, “… uno de los científicos más destacados de Cuba en la antigua parte española de la Isla Española”, vino con la idea de hacer reforestación ante el temor, aparentemente compartido por la monarquía, de que los bosques naturales estaban escasos en Santo Domingo, como sucedía en Cuba, Puerto Rico y como había sucedido más de 100 años atrás en las demás islas caribeñas de posesión inglesas, holandesas, donde habían desaparecido todos sus bosques y degradado los suelos.

En la introducción de las dos cartas de Layunta al Rey de España, que cuentan “… Acerca de la Arborización de los Montes de la Isla de Santo Domingo, escribe el historiador dominicano que “… resulta indicador del interés de la metrópoli en la explotación maderera, uno de los rubros más importantes de exportación en aquel momento; de modo que la mirada experta del científico podía dar una evaluación adecuada de la reserva de los bosques (Ibidem. Negritas, PT).

Cabe destacar que Layunta era un conocedor de la floresta en general por su vinculación al Jardín Botánico de La Habana, que fue creado en 1817, y del cual había sido su jardinero mayor antes de ser su director.

En tal sentido, es bueno señalar, para comprender el contexto histórico-forestal y la importancia de la figura de Fernando Layunta, que España, para la época de la anexión de la República Dominicana en 1861, había formado académicamente a los primeros ingenieros forestales o de montes, entre 1847 y 1852, por lo que ya contaba   con alrededor de  79 ingenieros de montes, entre graduados y los que   estaban cursando la carrera, según se puede observar en la listas de promociones y egresados como ingenieros. Según Antonio García Álvarez, vicepresidente de la Asociación de Ingenieros de Montes, en Historia del Cuerpo de Ingenieros de Montes (1853-2010). Colegio y Asociación de Ingenieros de Montes , Madrid 2010); aunque él no figura en los registros como ingeniero forestal o de montes, fue un gran botánico, quien estuvo años antes trabajando con los sabios cubanos catedráticos de mineralogía, botánica, de zoología y anatomía comparada, Emilio Auber y Felipe Poey, como parte del equipo de ayudantes conservadores junto a Eladio Carreño y Pedro A. Auber, según Memorias de la Universidad,  1866, p. 20, y como bien cita Raymundo González el texto  Ciencia y Coleccionismo en Cuba, en el siglo XIX, de Mercedes Valero González y Armando García González, científicos cubanos del presente.

A pesar de que Fernando Layunta no era ingeniero de Montes, fue un gran botánico, jugó un papel importante para la corona española en el monopolio de las maderas de diferentes especies usadas para sus fines industriales y el papel de los botánicos en la explotación del bosque o monte.

Es obvio que Layunta informara del potencial forestal que tenía la que creían su colonia, mencionando a la preciada caoba y al cedro, cuando dice: “… Su calidad es la mejor y en tal estado de virginidad que hay puntos donde no ha hollado la planta del hombre. En sus espesos montes se encuentran maderas de todas clases, distinguiéndose entre ellas la Caoba, Ébano Real, Cedrela Odorata, Cedro (…) Ceiba…robles…”. Y no solamente se limitó a los árboles maderables, sino habla de bromelias, Cacao, algodón, cafetos y arbustos también comunes en la isla de Cuba: “… en estado silvestre, por lo que infiero que fueron plantados en aquellos terrenos por los primeros pobladores los que se han propagado en grande escala”, según identificación del experto.

Samaná fue la atracción de todos los colonialistas en el siglo XIX; todos anhelaban las condiciones de la península, sus riquezas naturales, posiciones estratégicas y la gran reserva de madera que poseía. No en vano España manda a Layunta a esta parte del Caribe, y en especial a Samaná, porque temía que los Estados Unidos se quedara con esos recursos, negociados por Santana entre el 1854 a 1856. Y España necesitaba trasladar la construcción de sus barcos fuera de Cuba por la carencia de la madera.

Jaime de Jesús Domingo (1979:73). en su libro La Anexión de la República Dominicana a España, Universidad Autónoma de Santo Domingo, colección de Historia y Sociedad,  dice que la importancia de la península de Samaná y su bahía, no solamente era su “…valor estratégico, valor militar, sino también por las minas de carbón y los árboles madereros que había en la península”. Citando fuente de la época que República Dominicana, como José Ferrer de Couto, en «Reincorporación de Santo Domingo a España«, expresa: “… tiene inagotables bosques de preciosas maderas para ebanistería y construcciones navales, e inmensos criaderos de piedra en las márgenes de Samaná, que es la mejor y la más espaciosa bahía del mundo».

Por tales razones Layunta estuvo personalmente en Samaná en visita de campo, como él dice “de 24 horas”, para percatarse de que prevalecían los bosques en una zona de acceso marítimo, algo que ya no existía en todo el caribe insular como existía en República Dominicana.

Igual escribió de otras zonas donde parece que se limitó a informaciones de los campesinos, cuando asegura: “… a Vuestra Excelencia que de las observaciones y datos suministrados por algunos naturales campesinos existen muchas maderas de construcción y en tal abundancia que en dilatados años no podría agotarse la décima parte de sus montes y en particular hacia el punto que llaman Las Caobas (población haitiana cerca de Bánica que fue parte de República Dominicana), porque no tiene más de comunicación con el resto de la Isla y solo se consigue hoy su extracción por un río (Artibonito) que desemboca en la parte Haitiana, cuyos habitantes aprovechan la ría para su clandestina extracción” (Ibidem. Negritas y paréntesis, PT)).

Como podemos apreciar, el análisis del informe de Layunta (Con quien continuaremos junto a otros autores en próximas entregas), permite comprender cómo la explotación forestal estuvo ligada a los intereses políticos y económicos de la monarquía española en el siglo XIX. Su visita a Santo Domingo y en particular a Samaná, pone en evidencia la relevancia de la isla como fuente de recursos naturales codiciados por distintas potencias.

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