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Los gobernantes y Valle Nuevo

En una confesión llena de transparencia, Francisco Amaro Guzmán relata que en mayo de 1993, recién designado como Director de Foresta, con rango militar, procedió a ejecutar la siguiente orden recibida directamente del Presidente Joaquín Balaguer: “Quiero que haga el desalojo de todas las viviendas construidas en la reserva de Valle Nuevo. Hay muchos poderosos, desaloje sin excepción alguna, utilice el batallón de militares de Constanza”.

Cuenta Amaro Guzmán que “el primer desalojo que llevó a cabo fue de 391 familias, en las localidades de Montellano, El Convento, El Castillo y La Siberia. Se desmantelaron inmensidades de tuberías de agua, conucos, se demolieron ranchos, sacando todo el ganado existente de esas zonas.”

Días después, cuando se estaba procediendo a la demolición de estructuras y residencias pertenecientes a familias del alto tejido empresarial, Amaro Guzmán se enteró de que había sido destituido, a pesar de haber cumplido a cabalidad con la orden impartida.

Luego el presidente Balaguer lo mandó a buscar, lo recibió con una sonrisa, y le dijo: “Usted es una persona honesta, con don de mando. Hizo lo que no se atrevió a hacer el otro como militar de carrera”.

Balaguer, el político, cuya amante perpetua era la reelección, tomó la valiente decisión de parar el daño ecológico que estaba teniendo lugar en la reserva científica de Valle Nuevo y, simultáneamente, la de utilizar un chivo expiatorio que cargara con el costo político. Y esa es una arista positiva en su imagen histórica, que lo perfila como estadista.

En 1996, en el gobierno recién iniciado de Leonel Fernández, se permitió que los grupos que habían sido desalojados volvieran a ocupar esos terrenos, bajo el argumento de que harían compatible la preservación de las cuencas hidrográficas con la explotación agropecuaria.

Para lograrlo el nuevo gobierno usó como soporte la movilización de grupos y personalidades que se comportaron como tontos útiles, incluidos miembros del clero de Constanza.

Después se supo que la amante del nuevo gobernante llevaba el mismo nombre que la del anterior, la reelección, pero estaba adornada con un nuevo ropaje, el populismo.

De la expectativa creada en aquel entonces queda la promesa incumplida, como bien se sabía que ocurriría en un país de instituciones tan débiles; la huella inmensa de la destrucción de las fuentes de agua; y la irresponsabilidad del Estado montada a caballo de la lógica populista.

Han pasado ya 20 años. Y una sucesión de gobiernos: Leonel, Hipólito, Leonel, y Danilo. En ese período, Valle Nuevo, y en sentido general las cuencas hidrográficas y los bosques a lo largo y ancho del país, han sido devastados.

El Parque Nacional de Valle Nuevo (antes reserva científica) nutre a las presas de Valdesia, Jigüey-Aguacate, Hatillo, Río Blanco, Sabana Yegua. También a los contra embalses Las Barías e Ysura; los canales de riego Marcos Cabral (Baní), Nizao- Najayo. Los acueductos Valdesia- Santo Domingo, y Constanza.

Y da vida a una amplia riqueza de vida silvestre.

El próximo 20 de enero se cumple el plazo dado por las autoridades de Medio Ambiente para el desalojo de esos terrenos, decisión adoptada bajo la lógica irrebatible e irrenunciable de que un parque nacional es un área protegida y no un lugar para la explotación económica de recursos renovables y la destrucción de las fuentes de agua.

Hay quienes quieren jugar con la idea de que la historia se repita. Ahora han vuelto a reproducir la misma maniobra, a organizar en Constanza manifestaciones con pequeños grupos, movilizando hasta a escolares.

¡Oh horror! En vez de enseñar a los estudiantes a proteger lo que es de todos, los incitan a valorar la posesión individual de bienes colectivos para depredarlos en perjuicio de la comunidad.

Ahora también hay quienes han vuelto a cortejar a líderes políticos en busca de creación de imagen pública para justificar lo injustificable, bajo promesas que jamás serán cumplidas.

Valle Nuevo es de todos, no de los empresarios allí asentados, ni de los que poseen o han ocupado tierras, ni de los haitianos que son los que allí trabajan la agricultura, ni de los que se han colocado de espaldas a la conveniencia de la comunidad al hacerle el juego a quienes atentan contra la posibilidad de vida futura en nuestra nación.

Valle Nuevo tampoco es de los que pretenden que este país siga manga por hombro, ni de los políticos que se desviven por ser simpáticos para recolectar fondos y atraer votantes aunque dañen el destino de la patria.

Sin bosques no habrá agua, y Valle Nuevo es eso, agua para un país sediento; agua potable y para la agricultura. Agua abundante para un país, no para un pequeño grupo que la agota y esquilma.

Sin Valle Nuevo, Valdesia se quedará sin agua, Santo Domingo también. Innumerables poblaciones verán, como ya lo están sintiendo, que las fuentes del liquido se empequeñecerán, se estrecharán, no alcanzarán para las necesidades básicas.

Valle Nuevo es vital para la sobrevivencia del país.

Que la decisión de Medio Ambiente se ejecute va a depender de que el presidente Danilo Medina siga encandilado con la reelección, a cuyos fines uno de los líderes de la oposición acaba de tenderle lo que parece ser un puente de plata; o de que se haya dado cuenta de que a su propio interés no le convendría insistir en extender más el horizonte de su ambición.

Si fuere lo primero, la decisión quedará mediatizada para desgracia del país. En cambio, si colocara los intereses de todos por encima de cualquier otra consideración, será llevada a cabo con rigor para honra del gobernante y suerte de nuestro pueblo. Esperemos.

Sin bosques no habrá agua, y Valle Nuevo es eso, agua