BIGtheme.net http://bigtheme.net/ecommerce/opencart OpenCart Templates
Inicio | :: Asi Andamos | La yuca como combustible bio-innovador

La yuca como combustible bio-innovador

La yuca termina habitualmente en el plato, pero en casa de María Douca, en Mozambique, sirve de combustible para su nueva estufa, aparato mirado con entusiasmo por los promotores danés y estadounidense de este proyecto bio-innovador.

En momentos en que numerosos países africanos tratan de reducir las montañas de leña consumidas para cocinar, este nuevo tipo de estufa tiene una ventaja: el usuario no necesita carbón y al vendedor puede generarle preciosos bonos de carbono altamente negociables.

El mecanismo es simple: una empresa de un país industrializado invierte en un proyecto que reduce las emisiones de CO2 en un país en desarrollo.   A cambio obtiene bonos de carbono que puede vender a industriales que necesiten reducir su balance de CO2.

Aquí, el trío que opera es el grupo danés Novozymes, el banco Bank of América Merrill Lynch y una empresa estadounidense de capital-riesgo, Cleanstar.

En Maputo se vendieron 200 estufas en abril y mayo, pero Joseph Hanlon, gran conocedor de la economía local, se muestra escéptico.   «En los países en desarrollo hay centenares, miles de intentos de mejorar las estufas.

Funcionan en pequeña escala, pero jamás son adoptados por la gran mayoría. Hay muchas razones para eso. Cambiar los métodos de cocinar es algo difícil. Los aparatos demasiado técnicos rara vez funcionan», dice.

Pero esta estufa «es la primera verdaderamente completa. Desde el punto de vista del medio ambiente, aporta una verdadera reducción de los gases con efecto de invernadero», afirma Abyd Karmali, director para el mercado carbono del Banco Merrill Lynch.

El entusiasmo es compartido por la gente de Novozymes, que produce el etanol de mandioca en una refinería del puerto de Beira, donde los agricultores son invitados a vender sus excedentes.

Su presidente Steen Riisgaard cuenta con abrir sucursales en Kenia, Tanzania y Uganda. Para que funcione, dice a la AFP, «es necesario que cada eslabón de la cadena gane económicamente algo, si no todo se derrumbará».

En Mozambique, un 85% de la energía viene de la leña.   Para cocinar, los habitantes utilizan una estufa de carbón colocada sobre el suelo, fuera de la casa.

Estas estufas son fuentes de enfermedades respiratorias y además pozos sin fondo financieros ya que el precio del carbón ha aumentado 100% en tres años.

«Tenía problemas con los ojos cuando cocinaba en el suelo, me lloraban. Además me daba asma», dice María, que se acerca a los 60 años.   Ahora, para hacer el té, hervir unos huevos o preparar unas legumbres puede hacerlo dentro de la casa.

El nuevo aparato en acero inoxidable parece una estufilla de campamento, provista de tanques de uno a cinco litros de etanol de mandioca, en venta en un solo almacén de Maputo, bajo la marca Cleanstar.

María, seducida, ha comprado una segunda estufa, pese a que cuesta unos 25 dólares, una suma que sirve para hacer vivir a ocho personas durante una semana.

Aun cuando está subvencionado, el precio de estas estufas es cinco veces superior a las de carbón.   Al comienzo, el gobierno de Mozambique vacilaba ante este proyecto.

Los biocarburantes, como el etanol de mandioca, son considerados como un factor agravante de la crisis alimentaria, causante de violentos disturbios en varios países.   Mozambique, país cuyas superficies forestales son la mitad de la superficie total (800 mil km2), utiliza menos del 10% de sus tierras arables, lo que representa el porcentaje de ocupación agrícola más bajo de toda el África austral.

Como consecuencia, pese a la importancia de la agricultura en la producción de comida, en la que trabaja el 80% de la mano de obra, el país debe importar alimentos; además hay mucha desnutrición.   Las autoridades se dejaron finalmente convencer, estimando que «no hay contradicción entre producir alimentos y producir para la agroindustria», según el ministro de Agricultura, José Pacheco.

«Nuestro país es grande», recalca.   De su lado, María ha reducido en un 50% su consumo de carbón. Sigue utilizándolo para asar carne o cocinar platos que necesitan fuego lento. «Es por costumbre. Siempre hemos cocinado con carbón», dice.