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La pérdida de biodiversidad amenaza la nutrición humana en la Amazonía

Cada vez hay menos peces en la Amazonía peruana y, por tanto, menos alimento para sus habitantes. Ahora un estudio advierte de que, si esta pérdida de biodiversidad continúa, la región podría sufrir una escasez nutricional que, posiblemente, no podrá compensarse con alternativas como la acuicultura o el pollo.

Las implicaciones de esta investigación van mucho más allá de la Amazonía porque la diversidad y abundancia de alimentos -no cultivados- recolectados en el medio natural está disminuyendo en los ríos, lagos y ecosistemas terrestres de todo el mundo, de los que dependen unos 2.000 millones de personas.

Solo la pesca de aguas continentales emplea a unos 60 millones de personas y supone la principal fuente de proteínas para 200 millones, según el estudio publicado en la revista Science Advances.

La investigación se centró en el Departamento de Loreto, en la Amazonía peruana, donde la mayoría de los 800.000 habitantes come pescado al menos una vez al día, unos 52 kilogramos por año.

El pescado es una fuente principal no solo de proteínas, sino también de ácidos grasos y minerales esenciales, como el hierro, el zinc y el calcio, pero, desgraciadamente, no cubre las necesidades de dieta de los habitantes de la Amazonía, donde una cuarta parte de los niños sufre desnutrición y más de una quinta parte de las mujeres en edad fértil tiene déficit de hierro.

Pero, aunque el pescado es un pilar fundamental tanto para los pueblos indígenas como para el desarrollo moderno, se enfrenta a innumerables amenazas, desde la sobreexplotación pesquera a la construcción de presas hidroeléctricas que atrapan grandes peces migratorios (algunos viajan miles de millas desde las cabeceras en los Andes hasta el estuario Atlántico y viceversa), la deforestación o la contaminación por tóxicos provenientes de la minería.

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en Loreto la producción pesquera empieza a estar afectada y algunas grandes especies migratorias ya se encuentran en declive y otras están en camino.

Y lo mismo ocurre en otros lugares: a nivel mundial, un tercio de las especies de peces de agua dulce está en peligro de extinción y ya se conocen 80 extintas, según la oenegé.

Dado que las especies de animales y plantas contienen diferentes proporciones de nutrientes, mantener la biodiversidad es clave para una nutrición adecuada, apunta el estudio.

Peces pequeños

Para estudiar los peces de la región, Sebastian Heilpern, autor principal de la investigación y por aquel entonces estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia (Nueva York), adquirió 56 variedades de peces, desde peces pequeños como ractacaras y yulillas a palometas (de la familia de la piraña) o bagres, que pueden llegar al metro y medio.

Los autores del estudio clasificaron cada especie según las proteínas, ácidos grasos, minerales y valor nutricional y elaboraron múltiples escenarios de cómo el abastecimiento de nutrientes en Loreto se vería afectado a medida que se pierdan especies.

El estudio determinó que, aunque el volumen pesquero se ha mantenido estable en los últimos años, las grandes especies migratorias -las más vulnerables a las actividades humanas- son cada vez menos abundantes y, a medida que desaparecen, son reemplazadas por otras más pequeñas pero que contienen la misma cantidad de proteínas e incluso niveles más altos de ácidos grasos omega-3, aunque insuficientes en hierro y zinc.

“Como cualquier sistema complejo, se ven cambios. Algunas cosas se van incrementando, mientras que otras van disminuyendo. Pero eso solo dura hasta cierto punto. Hay un punto de inflexión, en el que las especies que quedan pueden ser realmente pésimas”, advierte Heilpern.

Y aunque en muchos lugares del mundo donde los alimentos silvestres (pescado, monos o lagartos) están disminuyendo se recurre a la cría de pollos o a la acuicultura, un estudio publicado en marzo por Heilpern y su equipo demostró que en Loreto no sería suficiente para asegurar la nutrición humana.

Además, la cría de pollos y la acuicultura dañan el medio ambiente, fomentan la deforestación, producen gases de efecto invernadero e introducen fertilizantes y otros contaminantes en las aguas cercanas, concluye Heilpern.

EFEVerde