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La marsopa, amenazada en Portugal por pescas »accidentales»

Las marsopas corren serio peligro en Portugal, donde pueden llegar a desaparecer por completo en un plazo máximo de veinte años principalmente a causa de las capturas accidentales de pescadores, que empiezan ahora a concienciarse del problema.

Así lo advierte un estudio de la Universidad de Aveiro, que asegura que se han hallado durante el primer semestre del año 27 ejemplares muertos de marsopa común (Phocena phocoena), una de la veintena de tipos de cetáceos que existen en tierras lusas.

La cifra, muy superior a la del mismo periodo en los últimos tiempos, prevé un escenario “catastrófico” para esta especie, de la que se encontraron otros 194 especímenes muertos entre 2011 y 2017.

La zona con mayor índice de mortalidad es la costa del centro y norte del país, que va desde Nazaré hasta Oporto, donde se concentran un tercio de los delfines lusos y se encontraron 25 de los 27 fallecidos durante los primeros seis meses del año.

En el escenario actual, con poco más de 2.000 ejemplares vivos y con menos de la mitad en el rango de edad para reproducirse, el informe apunta que es “probable” que el plazo marcado por los expertos sea incluso demasiado optimista.

Catarina Eira, la investigadora del Departamento de Biología de la Universidad de Aveiro que ha coordinado el proyecto LIFE MarPro que realizó el estudio, explica a Efe que los principales motivos de las muertes tienen origen humano.

“Los mayores problemas que afectan a la población ibérica de marsopas están relacionados con la elevada tasa de capturas accidentales, con niveles de polución que llegan a ser preocupantes, incluyendo metales pesados, pesticidas, ruido y otros elementos contaminantes”, agrega.

La causa de su desaparición

El gran causante de la desaparición de las marsopas son las capturas accidentales, sobre todo por causa de la pesca en jábega; además de la actividad ilegal en este ámbito.

“Es importante que todas las actividades que se desarrollen en aguas portuguesas sean realizadas de acuerdo a las normas de protección de la población de cetáceos y de la biodiversidad en general”, sostiene Eira.

Sin embargo, la bióloga remarca la actitud “constructiva” de los pescadores en defensa de la fauna marina. “Si no se consigue invertir el patrón de declive de las marsopas, claramente no será por su falta de colaboración”, manifiesta.

Asimismo, Eira señala que el calentamiento global ha contribuido a la “aceleración” del problema, aunque no es un obstáculo secundario, pues el aislamiento de estos animales por el aumento de las temperaturas se inició hace 300 años, pero medio siglo atrás seguía siendo una especie “abundante” en Portugal.

Posibles soluciones al problema

Una de las soluciones planteadas para impedir la desaparición de este animal es la colocación en las redes de los llamados ‘pingers’, unos dispositivos que emiten sonidos disuasorios para alertar a los cetáceos sobre la presencia de pescadores.

Esta técnica ya ha reducido la captura accidental “entre un 50 % y un 80 %” en las pruebas realizadas, pero tiene como gran contrapartida su elevado coste económico, prohibitivo para gran parte de las embarcaciones.

De igual modo, el informe recomienda la reconversión de la zona que va desde la costa de Leiria a Ovar en Sitio de Importancia Comunitaria (SIC), un reconocimiento para la protección ambiental de la zona recogido por las directrices comunitarias europeas.

La propuesta ya ha sido presentada como consulta pública al Ministerio de Ambiente luso por la propia Universidad de Aveiro y cuenta con el apoyo de otras entidades como el Instituto de Conservación de la Naturaleza y los Bosques (ICNF) o el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA).

Portugal no es el único país en el que la subespecie de la marsopa común corre peligro, ya que tanto en el mar Negro como en el Báltico la situación es similar y en el Golfo de California se tuvo que iniciar un proceso de reproducción en cautiverio para aumentar la población, que apenas era de docenas de ejemplares.

Jordi González
EFEverde