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La imagen de Quisqueya

eleuterio-martinez-mini1Se ha imaginado usted alguna vez la silueta del cuerpo físico de República Dominicana? ¿No le gustaría conocer los contornos de su geografía?.

Siempre se ha dicho que »éste es un país muy especial» al referirnos a los sucesos y casos insólitos que pasan o se dan en la vida nacional y que de alguna manera nos afectan negativamente y sólo en marcadas excepciones se trata de algo positivo. Realmente nuestro país es algo muy especial y tenemos razones de sobra para afirmarlo y hasta nos atrevemos a afirmar que podemos demostrarlo, pues estamos convencidos de que habitamos uno de los espacios insulares más privilegiados del mundo, escondido en un rincón del Océano Atlántico y en el borde de una placa tectónica que cada da nos eleva desde el fondo de los mares hacia el cielo.

¿Por dónde deberíamos comenzar o cuál sería el mejor ángulo para observar las dimensiones reales de la belleza natural de Quisqueya, lo que aún le queda de original? Pues se ha desfigurado de tal manera que cuando alguien le pide a algún dominicano en el extranjero que le describa su país, por lo general comienza hablándole de la ciudad capital y su contenido, del modernismo al que está entrando con sus túneles y torres, sus avenidas y aeropuertos, de Santiago de los Caballeros, Puerto Plata, Barahona o Montecristi; de la caña, el café y el turismo; del merengue, la cultura y hasta de nuestra herencia taína; pero rara vez nos detenemos a narrarle algo de la naturaleza, salvo explicarle nuestra ubicación en el Caribe.

Todo esto está muy bien, sin embargo, ese no es el lar de Anacaona, Caonabo, Mencía, Cotubanamá, Toeya, Hatuey, Constanza y Enriquillo, ni siquiera es la patria que soñaron Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Pepillo Salcedo y el Padre Billini. Esos son los arreglos cosméticos que le hemos hecho para poner a la moda nuestras ciudades, los productos que extraemos de la Madre Tierra y la expresión sociocultural que nos identifica como dominicanos; no obstante, lo que tenemos de original, lo que realmente nos hace diferentes e inigualables con respecto al resto del mundo, es la naturaleza que le da forma y contenido a este espacio insular.

Es cierto que muy pocas cosas quedan de las que en su momento vio Don Cristóbal Colón, de las que él describió con tanto fervor en sus diarios, particularmente de sus expresiones para con estas tierras al atravesar el Paso de Los Hidalgos y encaramarse en la cima del Santo Cerro, donde agotó todos los elogios que pudo construir con los epítetos del castellano al describirle estas tierras a su amigo Luis de Estngel. Sin embargo, todavía quedan muestras representativas de la naturaleza que alabaron los historiadores de Indias, con la misma originalidad que tenían hace más de 500 años y aunque usted no lo crea, con la misma fuerza y atracción que embrujó a los colonizadores europeos en las postrimerías del Siglo XV y comienzos del XVI.
Reconocemos que los amigos lectores del LISTíN DIARIO pueden ser presas del escepticismo, pues cualquiera se resiste a creer que todavía queden ecosistemas originales y ambientes tal y como lo vieron nuestros antepasados, después de cinco siglos de explotación y maltratos al cuerpo físico de la isla. Para convencerles tendremos que invitarles a ver una exposición narrada con las mejores imágenes que hemos logrado tomar de los paisajes más grandilocuentes y de serena belleza que caracterizan algunos de los rincones más apartados de la geografía nacional.

Esta actividad la está organizando la »Sociedad Hijos de la Tierra» para el día 4 de Junio del año en curso, con motivo de la celebración del »Día Mundial del Ambiente» y se está solicitando la colaboración del Banco de Reservas y CODETEL para que por el menor costo posible, los amantes de la naturaleza puedan disfrutar de un recorrido visual por la geografía patria con imágenes de alta calidad y únicas, por tratarse de paisajes superlativos y los escenarios más hermosos que atesora la naturaleza dominicana, mientras se disfruta de una cena al estilo y con el confort del »Salón La Mancha» del Gran Hotel Lina.

Lo que cenaremos es cuestión de la casa, pero ¿qué es lo que vamos a ver?
por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listín Diario del 25 de Mayo del 1999