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La dañina agresividad contra el medio ambiente

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Por César Nicolás Penson Paulus

El balance de la “contabilidad” del medio ambiente dominicano es ampliamente  negativo y preocupa la indiferencia de una gran mayoría de los pobladores de este pedazo de isla. La velocidad de destrucción de bosques, de afectación de humedales, de alteración dramática de los equilibrios naturales, colocan en posición muy difícil la sostenibilidad de los ecosistemas.

El agua, recurso vital para la vida, se resiente con los marcados desperdicios y derroches en fuentes hídricas , afectadas de mil maneras, como si se regenerarían por sí sola y de manera espontánea cubriendo los daños que les infringimos, escondiendo la mano como la gatita de María Ramos del cuento cubano. Basta ver cómo han languidecido los ríos que aun corren; cómo desaparecen arroyos; lagunas que solo los viejos recuerdan y de las que contadas referencias refieren su existencia; humedales que sirvieron de ambiente a infinidad de criaturas hoy desaparecidas.

La propia ingeniería y la falta de conciencia de funcionarios y estamentos estatales han propiciado destrucciones masivas y para muestra vale recordar los millones de cangrejos que en su ciclo reproductivo, migraban a tierra en el litoral desde Boca Chica hasta San Pedro de Macorís y que la construcción de las carreteras costeras, sin la previsión debida, marcaron una frontera insalvable y una zona de muerte bajo las ruedas de los vehículos que por ellas transitaban. Ya casi no hay golondrinas y en la cueva con su nombre, cerca del monumento a Montesinos; quedan unas rejas que mantienen prisionero al recuerdo de las aves que inspiraron a Bécquer en sus socorridos versos de amor nostálgico.

Los cangrejos de San Pedro de Macorís desaparecieron al tiempo que muchos se ufanaban de las cifras de exportación de masa de ese crustáceo hacia Puerto Rico. Las Lomas de Constanza muestran las profundas heridas que sus explotadores dejaron, extrayendo madera comerciable y hemos sido incapaces de restaurar lo dañado. Para procurar tierras de cultivo, los agricultores y empresarios de esa actividad, no tienen rubor en destruir fuentes donde nacen las aguas que precisan para sostener la explotación.

Tómese como ejemplo la zona de El Paraguas, Constanza, de donde se alimenta la caricatura llamada río Tireo y que se supone alimente la presa de Pinalito, proyecto de desbalanceado costo-beneficio y cuyo embalse apenas recibe agua para generar electricidad por ratos. Muchas de nuestras zonas tienen peculiares características que las hacen vulnerables al exceso.

La parte este del país, específicamente Higüey en su extremo oriental, es zona que emergió de las aguas más recientemente que la mayoría del resto de las zonas costeras, con tierras de muy poco grosor puede verse las rocas marinas aún con su estructura y forma. Jurídicamente hemos avanzado porque tenemos ley pero de difícil aplicación en la que se precisa mano dura insensible a los devaneos del poder, político y económico.