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Diego de Ocampo: conuco y carbón

ocampo_articuloEl pico Diego de Ocampo es la elevación más alta de la cordillera Septentrional, uno de los sistemas orográficos más importantes de la República Dominicana. Junto a la cordillera Central le dan forma al ubérrino valle del Cibao, una suerte de corredor productivo, pero al mismo tiempo una ecorregión de bosques húmedos de los más extensos del país que le aseguran su capacidad ecosistémica de seguir proveyendo bienes y servicios a la sociedad dominicana. Sin embargo, a pesar de la vulnerabilidad de los ecosistemas orográfi cos al cambio climático, pocos ciudadanos son conscientes de ello, o los considera de manera desconectada de la propia realidad que vivimos en el mundo de hoy. Y la cordillera Septentrional así como otras elevaciones del territorio dominicano, viene sufriendo unas perturbaciones dañinas que tendrán un impacto en los servicios medioambientales que proporciona esta montaña, y más específi camente en los hidrológicos, por la importancia del agua para la sociedad y la biodiversidad.

No sé qué ha pasado con aquella dinámica institución que en el pasado reciente fue tan combativa en la región: la Sociedad Ecológica del Cibao.

En su propia cara, la cordillera Septentrional muestra la agresión que viene sucediendo de manos e intereses devoradores que se han dedicado a la explotación irracional de su riqueza: corte de maderas nobles; hornos para carbón; preparación de conucos, y el más peligroso para la existencia misma del ecosistema, que es la urbanización que trae consigo la contaminación, bajo el apaño y amaño de un supuesto interés ecoturístico.

Desde la carretera que une a Santiago de los Caballeros con Villa González, usted puede apreciar el daño en las laderas y elevaciones.

A simple vista se aprecia cómo la mano del hombre sin conciencia social ha venido destruyendo la belleza escénica a tal magnitud que no deja espacio para cargar toda la responsabilidad a las autoridades competentes. ¿De qué manera se pueden llevar a cabo sistemas productivos efi cientes basados en las buenas prácticas agrícolas y buenas prácticas ganaderas, si no contamos con una verdadera integración entre la sociedad, representada por distintos sectores socioeconómicos y el ecosistema orográfi co y los recursos naturales a través de sus funciones y servicios? Agua, bosques y suelos son la salvación de la nación dominicana, por tanto, hay que protegerlos y conservarlos para aprovecharlos en forma sustentable. Pero hay una inercia. La deforestación y fragmentación de extensas áreas de bosques contribuyen a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

Y así viene sucediendo en el Diego de Ocampo, al deforestar se crean paisajes fragmentados con parches de bosques y una matriz agrícola y ganadera en las laderas.

Ahora mismo esta montaña viene convirtiéndose en un agropaisaje y en un medio ambiente urbanizado como áreas de recreo en perjuicio de una cobertura arbórea que se ha demostrado que tanto a escala de fi nca como de paisaje genera servicios importantes para mantener procesos ecológicos, conservar la biodiversidad y remover carbono atmosférico, científi camente demostrado.

En República Dominicana se han destruido centenares de miles de tareas de bosque, y la situación es insostenible.

A cuarenta y seis años de declararse el cierre de los aserraderos de explotación intensiva e irracional de conífera y latifoliadas, todavía arrastramos la falta de conciencia, y la permisividad del Estado. Con la vista puesta en el futuro de esta patria, la aplicación drástica de la Ley Medioambiental es necesaria, y tiene que ser estricta, sin rebajas; que no sean abordados los casos por vías políticas, sino por las judiciales o policiales. De lo contrario, dejaremos un paisaje desolador a las futuras generaciones.

Manuel Fermín

Vía: http://listin.com.do