Vitales para el mundo

Establecido por las Naciones Unidas, el Día Internacional de los Bosques se celebra cada 21 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera en el hemisferio norte y el de otoño en el hemisferio sur. Su instauración tuvo como objetivo destacar la importancia de los bosques en el ecosistema del planeta y concientizar al mundo de la necesidad que hay de preservarlos y protegerlos.

Es fundamental entender su importancia, puesto que los bosques proporcionan numerosos productos y servicios ecosistémicos: madera, setas, calidad del agua, plantas medicinales, recreación, conservación de la biodiversidad, etc. sin olvidar el insustituible papel que cumplen en la regulación del carbono y del clima.

Sumideros de CO2

A escala planetaria, los bosques cubren casi cuatro mil millones de hectáreas, lo que corresponde al 30% de la superficie del globo y constituyen el segundo mayor sumidero de carbono tras los océanos, puesto que en su proceso de fotosíntesis absorben grandes cantidades de CO2 y emiten oxígeno.

Los bosques juegan un rol fundamental a la hora de luchar contra el calentamiento global gracias a su capacidad de retener el carbono, que luego permanece almacenado en las ramas, la madera y las demás partes de los árboles.

Cada año se retiran de la atmósfera cientos de millones de toneladas de CO2 gracias a los bosques. Por ello es fundamental realizar una gestión sostenible de la madera y una recuperación eficaz del material leñoso.

Una ayuda inestimable

El bosque también mejora la calidad del aire y del agua del entorno, al filtrar el polvo y la contaminación microbiana y previene la erosión del suelo, porque al regular el ciclo del agua de lluvia. La copa de los árboles capta parte del agua que procede de las precipitaciones, mientras gran parte se evapora y el resto alimenta al árbol y a las aguas subterráneas que alimentan diferentes manantiales naturales.

Cada bosque participa activamente en la regulación del clima a escala global, a través de la distribución geográfica del agua y el filtrado y captación de las precipitaciones. También interviene en los intercambios de agua con los sustratos y del vapor de agua con la atmósfera. El sistema radicular permite una gran circulación del agua que llega al suelo.

El equilibrio no puede romperse

Las interacciones entre las distintas especies y el entorno forestal son esenciales para la preservación de la biodiversidad. El bosque no solo está formado por árboles, sino que también constituye el hábitat de otras especies de plantas y animales, que viven en interdependencia con los árboles.

Cada bosque debe gestionarse de forma eficiente, responsable y sostenible, para garantizar que se respete esta dinámica, en la que participan otras plantas, mamíferos, aves, insectos, anfibios, reptiles e infinidad de agentes descomponedores.

Cómo reforestar un bosque

Para que crezcan en las condiciones de un bosque natural se debe estudiar la cantidad máxima de árboles a plantar por área, la compatibilidad entre especies y tener en cuenta que, cada una tiene una edad de madurez diferente. En el bosque, algunos de los árboles plantados nunca alcanzarán dicho nivel.

Además, entre los árboles existe una competencia que hará que crezcan en altura y con el tiempo, conformen los enormes troncos que se aprecian en los bosques permanentes. Esta competición hará que prevalezcan los más vigorosos y se marchiten los débiles. Cuando alcance la madurez cada árbol habrá encontrado su lugar en el bosque.