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Epidemia invisible, una amenaza de la contaminación ambiental a través de alimentos

Basura: grave peligro por contenido agentes tóxicos, cancerígenos

No hay modo de ver la “epidemia invisible” originada en la insania ambiental, aunque sus estragos están patentes en la virulencia del cáncer en la población dominicana, en la creciente morbilidad y mortalidad de esta y otras enfermedades.

Investigaciones demuestran los efectos nocivos de la polución con el polvo, humo, gases de escape vehicular, de tóxicos que provocan enfermedades generadas con la ingesta de alimentos adulterados por esas sustancias que se van acumulando en el organismo humano.

A la amenazante contaminación microbiana se suma la que proviene de químicos, residuos de metales generalmente tóxicos aun en concentraciones bajas. Plomo, arsénico, mercurio, cobalto, cadmio, estaño, manganeso penetran a alimentos expuestos a la polución atmosférica, además de los concentrados en aditivos prohibidos o uso excesivo de productos que los contienen.

Esa “epidemia invisible”, como científicos la denominan, acecha en nuestro medio, donde es intensa la acción devastadora en la salud de alimentos vendidos en mercados improvisados en aceras. Un mar de frutas, víveres, verduras, inclusive hortalizas de consumo crudo expuestas a los químicos ambientales, a tóxicos que emanan del intenso tráfico de vehículos por esas vías, de talleres de mecánica y pintura de carros a cielo abierto.

Excesivamente expuestos están los comercializados en los mercados de la avenida Duarte, Los Mina, Villa Mella, Gualey, Los Guandules y otros, invadidos por insectos y roedores, cuyas patas y alas transportan agentes patógenos que transmiten a esos alimentos.

Mercado Nuevo. Un pandemonio, hedor, basurales y aguas negras, el ruido en altos decibeles y el flujo incesante de camiones desde el amanecer intoxican la atmósfera.

Llegan cargados de frutos del agro, muchos adulterados desde que plantan la semilla en suelos con heces y orina de agricultores y ratas que a su vez llevan gérmenes al agua de regadío. Descargan productos con residuos de agroquímicos, sustancias para control de plagas, pesticidas, fungicidas y herbicidas, algunos muy peligrosos.

Las aguas residuales con excretas y la fuerte carga de agroquímicos son fuentes contaminantes del suelo en que cultivan estos alimentos por su concentración de gérmenes nocivos.

Al llegar al mercado, los esparcen en el suelo, en plena calle, completamente tomada de lado a lado, montañas de frutas, repollos, lechuga, tomates, cebollas y víveres, entre otros.

Mientras los descargan, llegan intermediarios, dueños de colmados que abastecen sus “guagüitas plataneras”, tricicleros y otros vendedores callejeros que con la inadecuada manipulación aumentan la contaminación, a la que se suma la exposición al monóxido de carbono en su trajinar por la ciudad.

Otro contaminante agrega el humo desde fogones de leña donde hierven remolachas en ennegrecidos tanques, tan sucios como el agua en que las salcochan.

Carnicerías y pescaderías. El humo y toda la insania ambiental envuelve carnicerías y pescaderías, una hilera de mesas malolientes, revestidas de moscas.

Entre clientes, merodean perros y gatos que sacian el hambre y espantan los ratones, de fiesta durante la noche con desechos tirados por doquier.

Carnes y pescados sin control de calidad que determinen los restos de medicamentos y hormonas de crecimiento, antibióticos y otras drogas usadas en animales enfermos, luego sacrificados. Pollos, cerdos y reses deben estar exentos de tóxicos o agentes patógenos para evitar que se alojen en la carne, leche y huevos.

Si les suministran antibióticos deben someterlos a cuarentena, de lo contrario los transfieren a la carne. Para prevenir la transmisión de enfermedades hay que sacrificarlos sanos, en óptimas condiciones higiénico-sanitarias, usar agua de calidad, asegurar un buen desangrado y evisceración para que los patógenos del torrente circulatorio y vísceras no pasen a la carne.

El control sanitario es deficiente, tarea pendiente en RD, como la urgencia de sanear mercados y evitar la polución ambiental.

No existe control de calidad desde el  campo a la mesa

En el país no existen controles sistemáticos, vigilancia permanente sobre la calidad de los alimentos en el proceso del campo a la mesa. Tampoco con los que tienen que ser procesados y someterse a un medio térmico o esterilizante antes del consumo.
__La contaminación -dice el doctor Modesto Cruz- puede iniciarse desde la siembra, al preparar el terreno. Una gran cantidad de alimentos, en especial vegetales consumidos sin necesidad de someterlos a altas temperaturas para el control microbiológico, para lo que también se usan bajas temperaturas. Los cultivan en condiciones un poco difícil en cuanto a condición del terreno, del agua y los mismos agricultores, que a veces orinan o defecan en el terreno, que contaminan, también el agua para irrigar la siembra. Bacterias que duran un tiempo crecen conjuntamente con el vegetal.
__Después viene la preparación para llevarlo a la ciudad, pasa por otro proceso porque hay mercados que no están adecuados para conservar y vender alimentos, finalmente, llegan a la mesa sin haberlos procesado correctamente.

ZOOM

Cadena de frío

Hay alimentos que pueden ser un veneno cuando se rompe la cadena de frío, quesos, yogur y otros, advierte la licenciada Altagracia Paulino, directora de Proconsumidor, y agrega: “los alimentos de más riesgos son los cocinados, los que se comen de una vez, arepas, dulces, también los que se venden en las esquinas, en los mercados que improvisan. Van por la mañana, pero en la noche en esa acera no sabes qué borracho vomitó y qué perro orinó y defecó, lo recogen y ahí echan tomates, plátanos, tayotas. El comprador los lleva a su casa, los pone en la meseta, ahí llegan las bacterias, hay contaminación cruzada, además si los entra a la nevera sin lavar”.

LAS CLAVES

1. Mercados

Muchos países han solucionado el problema de los mercados como se contempla en RD, a través de proyectos como Merca Santo Domingo. Pero se confunden sus fines. El propósito es que sea un centro de acopio para que la venta de distribuidores a intermediarios se haga de manera más higiénica y controlada, que esos camiones sean controlados desde el campo y se certifiquen los productores. Se evita que entren a la ciudad y contaminen, sostienen la doctora Fátima Cabrera, encargada del Departamento de Alimentos, y licenciada Dalia Castillo, directora de Vigilancia Sanitaria, de Salud Pública.

2. En provincias

Ese tipo de proyectos, expresan, es lo que se aspira en Baní, San Juan, Azua y otras ciudades, donde hace tiempo el mercado le queda chiquito al pueblo, no puede seguir ahí, tiene que haber una inversión grande para hacer esos centros de acopio fuera de la ciudad y que el que ahora tienen sea solo para ventas al consumidor. Con mercados grandes dentro de la ciudad no se solucionará el problema.

3. Falta de recursos

Esa es una recomendación que se hizo a los alcaldes de esos municipios, y Salud Pública trabajó en coordinación con los cabildos en la elaboración del proyecto, que no han desarrollado argumentando falta recursos. Tienen que levantar la infraestructura, definir la comercialización y el manejo de los productos para que lleguen al centro en forma higiénica. Es un proyecto que los ayuntamientos tienen que hacer conjuntamente con Salud Pública y Agricultura.

No existe control de calidad desde el  campo a la mesa

En el país no existen controles sistemáticos, vigilancia permanente sobre la calidad de los alimentos en el proceso del campo a la mesa. Tampoco con los que tienen que ser procesados y someterse a un medio térmico o esterilizante antes del consumo.

La contaminación -dice el doctor Modesto Cruz- puede iniciarse desde la siembra, al preparar el terreno. Una gran cantidad de alimentos, en especial vegetales consumidos sin necesidad de someterlos a altas temperaturas para el control microbiológico, para lo que también se usan bajas temperaturas. Los cultivan en condiciones un poco difícil en cuanto a condición del terreno, del agua y los mismos agricultores, que a veces orinan o defecan en el terreno, que contaminan, también el agua para irrigar la siembra. Bacterias que duran un tiempo crecen conjuntamente con el vegetal.

Después viene la preparación para llevarlo a la ciudad, pasa por otro proceso porque hay mercados que no están adecuados para conservar y vender alimentos, finalmente, llegan a la mesa sin haberlos procesado correctamente.