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Descifrando los cambios en los bosques primarios de Haití y la República Dominicana mediante series temporales de Landsat

Hace poco se publicó en Remote Sensing of Environment el estudio “Decoding primary forest changes in Haiti and the Dominican Republic using Landsat time series” (Falu Hong, S. Blair Hedges, Zhiqiang Yang, Ji Won Suh, Shi Qiu, Joel Timyan y Zhe Zhu; 2025; DOI 10.1016/j.rse.2024.114590).

Es el análisis más detallado hasta ahora sobre la evolución del bosque primario en Haití y República Dominicana durante casi tres décadas.

Su aporte es clave: separa el bosque primario, que conserva estructura ecológica compleja y funciones críticas, del bosque secundario, que suele inflar cifras de “cobertura forestal” sin reflejar la verdadera salud ecológica. Ese cambio de enfoque altera la forma en que leemos las estadísticas forestales de la región.

Los resultados son contundentes. Entre 1996 y 2022, Haití pierde casi la mitad de su bosque primario, reduciendo su cobertura a apenas 0.44 % del territorio. República Dominicana mantiene más, pero también retrocede: pasa de 7.14 % a 5.67 %, lo que implica la pérdida sostenida de miles de hectáreas de pinares y bosques húmedos de montaña.

El estudio muestra un patrón claro: los relictos de bosque primario dominicano sobreviven cada vez más en pendientes abruptas y zonas de difícil acceso, mientras que las áreas relativamente accesibles ceden ante incendios, ocupación y tala. Lo que permanece es un bosque acorralado en refugios topográficos, aislado y vulnerable.

El fuego emerge como el principal motor de pérdida. Bahoruco, Valle Nuevo y José del Carmen Ramírez registran incendios que, en algunos años, borraron miles de hectáreas de bosque primario. Más del 90 % de esa pérdida se transforma luego en bosque secundario, un paisaje que conserva árboles pero pierde la complejidad biológica acumulada durante siglos.

El trabajo también expone la fragilidad de las áreas protegidas. Aunque más del 80 % del bosque primario dominicano está dentro de parques nacionales, buena parte de la pérdida ocurre igualmente dentro de sus límites. Sin vigilancia, manejo del fuego, control de ocupaciones y capacidad institucional real, los límites administrativos no bastan.

Este estudio ofrece una base científica robusta para redefinir prioridades ambientales en la isla. No se trata solo de aumentar la cobertura forestal total. Se trata de preservar el bosque primario que queda, porque allí se concentra la biodiversidad más valiosa, la regulación hídrica más estable y buena parte del equilibrio ecológico del que dependerán las próximas generaciones.

En un contexto regional marcado por el estrés hídrico, el cambio climático y la presión demográfica, proteger el bosque primario no es un asunto simbólico: es una política estratégica para la resiliencia ecológica de largo plazo.

Josué Fiallo vía LinkedIn
Fuente: ELSEVIER