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Opinión: ¿Qué sucedió realmente en la COP23?

En la cobertura de DW de la COP23 en Bonn, nos cuestionamos constantemente si la conferencia valió la pena. Observamos detrás de bambalinas, por ejemplo, el lobbying. Incluso llegamos a llamar la COP23 «un circo».

La cumbre climática de las Naciones Unidas (ONU) de este año –que tuvo lugar literalmente en nuestro patio trasero, aquí en nuestra sede en Bonn, Alemania–, abarcó un vasto espectro de temas que, especialmente para el público, eran difíciles de manejar.

Técnicamente, estas dos semanas fueron sobre el «libro de reglas»: si el Acuerdo de París es la Constitución del clima, entonces el libro de reglas representa las leyes y regulaciones que lo implementarán. Sin embargo, y a fin de cuentas, el objetivo final, el objetivo del Acuerdo de París, es limitar el aumento de la temperatura de la Tierra a un máximo de dos grados Celsius. Y lo que todos se preguntan: ¿lo lograremos?

Se dieron pasos importantes hacia este fin, tanto en las conversaciones oficiales como en las que se llevaron al margen. Y, sin importar la naturaleza de la conversación, todas siempre giraron alrededor de ciertos puntos claves.

Prevenir el aumento de dos grados

Uno de estos puntos fue la ambición: precisamente, el cómo lograr recortes de emisiones de gases invernadero de manera más profunda y más rápida.

Los expertos en clima nos siguen recordando que solo queda una ventana de alrededor de una década para que las naciones del mundo descarbonicen sus economías, antes de que hayamos llegado al límite de carbono en la atmósfera y que aumente la temperatura global en 1,5 grados Celsius (o incluso 2 grados). Para el país isleño Fiyi (anfitrión de la COP23) y muchas otras naciones en desarrollo fuertemente golpeadas por el cambio climático, el límite inferior de 1,5 grados centígrados sigue siendo el objetivo principal.

El debate sobre las metas se centró especialmente en cómo aumentar las acciones antes de 2020, cuando expire el Protocolo de Kioto y se establezca el Acuerdo de París. La clave de esto es el llamado diálogo de Talanoa. Y un paso significativo aquí es que el mismo secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, asumió la responsabilidad de hacer avanzar tal ambición antes de la COP24 en Polonia el próximo año. Anteriormente a la COP21 en París, el ex secretario general Ban Ki-Moon también logró cierto éxito, lo que da esperanzas de que esta vez no sea diferente.

Cosechar dinero

El segundo punto clave es la financiación. Y es que para descarbonizar el planeta rápidamente, es necesario invertir dinero. Entonces, ¿quién pagará por esto? Existe un amplio consenso de que, dado que la riqueza de los países industrializados se basa históricamente en la quema de combustibles fósiles, ellos son los responsables no solo de descarbonizar sus propias economías, sino también de ayudar al resto del mundo.

Antes de la COP23, solo se habían asignado 10 mil millones de dólares para el Fondo Verde del Clima, que se usa para la «adaptación y mitigación», para pagar tanto por gestionar los impactos del cambio climático como por transformar los sistemas de energía y reducir las emisiones. Ahora, a partir de 2020, las naciones industriales pretenden gastar 100 mil millones de dólares (85 mil millones de euros) al año para la acción contra el cambio climático en los países más pobres.

La «brecha financiera» es una amenaza inminente para la implementación del Acuerdo de París. Por lo que en la COP23 las naciones en vía de desarrollo buscaron compromisos sobre el financiamiento climático. Así las cosas, es un avance significativo que en Bonn, los financistas ahora hayan hablado de una suma de 60 mil millones de dólares, aunque grupos no gubernamentales siguen siendo escépticos ante esa cifra. Las ONG dicen que realmente solo se han estipulado 20 mil millones de dólares.

En un compromiso de última hora, los países industrializados asumieron que el Fondo de Adaptación del Protocolo de Kioto, por un valor aproximado de 330 millones de dólares, podría convertirse en una parte del Acuerdo de París. Sin embargo, esto vino a cambio de no incluir «daños y pérdidas» contenciosas como parte del acuerdo. Es una compensación por los impactos irreparables y más destructivos del cambio climático, que los países en desarrollo habían buscado.

La lucha contra combustibles fósiles

Si hubo un tema que se robó toda la atención durante la cumbre, este fue sin lugar a dudas el carbón. El sábado antes de que comenzara la cumbre, hasta 25.000 personas marcharon en Bonn, exigiendo el fin del uso del mineral, particularmente en Alemania, donde representa casi la mitad de la mezcla energética. Los activistas también cerraron brevemente la mina de carbón de Hambach, a solo 50 kilómetros de distancia de Bonn, con el objetivo de enviar una clara señal: el lignito de Hambach constituye la mayor fuente de emisiones de CO2 en Europa.

En su discurso en la COP23, la canciller alemana, Angela Merkel, reconoció la necesidad de una salida del carbón, a pesar de que Alemania se encuentra en una situación delicada debido a que aún no hay Gobierno; las conversaciones sobre una coalición después de las elecciones federales de septiembre están durando semanas.

En la conferencia climática, escuché a la gente decir: no más objetivos difusos, necesitamos pasos concretos. Uno de esos pasos concretos es la promesa de 20 naciones de eliminar gradualmente el carbón, el combustible fósil más sucio. Aunque la mayoría de estos países tienen un bajo consumo de carbón, esta es la señal correcta: el carbón es el combustible del pasado, las energías renovables son el futuro.

Acción contra el cambio climático

Por último, esta cumbre del clima experimentó una mejora sin precedentes en la búsqueda por impulsar más acción contra el cambio climático por parte de los Gobiernos locales y regionales, junto con las empresas.

Aunque la delegación oficial de Estados Unidos fue mínima y se aferró al tema del carbón, la delegación extraoficial del país norteamericano dejó de manifiesto un rotundo «todavía estamos».

En todo el mundo, alcaldes, gobernadores y empresas están respondiendo a la presión de la sociedad civil para que hagan su parte para mantener el mundo como un lugar habitable. La esperanza es que 2018 pueda ser el año clave contra el cambio climático; que se convierta en el año en que nos salimos del camino de la catástrofe climática. Para esto, hay que enfrentar el cambio climático trabajando como una gran comunidad y cambiando nuestro propio comportamiento. Y aunque nos estamos acercando a un precipicio, la buena noticia es que todavía no es demasiado tarde.

Y usted, ¿está comprometido con la lucha contra el cambio climático?

Autor: Sonya Angelica Diehn (few/ms)