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La hembra del carpintero: una madre ejemplar

La hembra del carpintero: una madre ejemplar

Por: Simón Guerrero
guerrero.simon@gmail.com

Aunque se los considera plaga de ciertos cultivos, los carpinteros (Melanerpes striatus) son muy importantes para la conservación de nuestros bosques, ya que destruyen una gran cantidad de insectos dañinos. Además, como dispersan semillas de una gran variedad de plantas silvestres, mantienen una campaña permanente de reforestación. A esto habría que agregar que son usuarios primarios de cavidades (hacen las cavidades donde anidan), las cuales aprovechan los usuarios secundarios de cavidades (Pericos, cotorras, golondrinas, cuyayas, trogons y hasta murciélagos), que anidan también en huecos, pero son incapaces de construirlos. Si desaparecieran los carpinteros, algo que pudo haber ocurrido dada la campaña de exterminio decretada por el Estado contra esta especie, podrían desaparecer los animales que aprovechan sus nidos abandonados.

En el 2006 logramos reproducir en cautiverio una pareja de carpinteros criados a mano, que procedían de un nido destruido. Los ornitólogos no confían en los datos obtenidos de observaciones en cautiverio, porque consideran que el ambiente artificial distorsiona el comportamiento. Sin embargo, algunas conductas, como las reproductivas, obedecen a patrones genéticos y varían poco fuera del ambiente natural.

Esto pude confirmarlo al comparar los datos obtenidos observando el ciclo reproductivo de esta pareja, con los que reporta el ornitólogo francés Pascal Villard, en su estudio de campo sobre el carpintero de Guadalupe (Melanerpes herminieri). Por ejemplo, pudimos comprobar que nuestra especie coincide con la de Guadalupe en lo que se refiere a los turnos de incubación. En ambas especies (parece ser la norma en la familia), el macho incuba los huevos y calienta los polluelos por la noche mientras la hembra lo hace durante el día. Ambos nacen con los ojos y los oídos cerrados, con la mandíbula inferior más larga que la superior y con almohadillas en las patas y protuberancias en las comisuras que desaparecen (estas últimas) un poco antes de abandonar el nido.

Dos semanas después del nacimiento de los polluelos, un accidente condujo a un inesperado descubrimiento. Por una falla de manejo el macho se perdió, cuando los polluelos estaban aún sin emplumar. Cómo el macho es el que calienta los pichones por la noche, temíamos que los pequeños murieran de frío. ¿Qué hacer? Sólo había dos opciones. Arriesgarnos y ver si los pichones sobrevivían las frías noches de febrero o sacarlos del nido y terminar de criarlos artificialmente. De adoptar esta última opción, una cantidad de datos valiosos se perderían. No hicimos nada la primera noche a ver qué pasaba.

A las 8:00 PM, llenos de miedo y de esperanza, fuimos a chequear el nido. Como señala Mario Bunge, la actividad científica es tan creativa y excitante como la artística. Por lo menos a esa hora la hembra no había entrado al nido. Sin embargo, a la mañana siguiente los polluelos lucían tibios y bien alimentados. Nos arriesgamos una segunda noche y esta vez descubrimos que la hembra estaba con sus pichones, lo que siguió haciendo hasta que los polluelos volaron del nido. Ignorando las predicciones de los manuales de ornitología, la hembra dio muestras de una gran flexibilidad conductual y, con una abnegación inédita, asumió ella sola la crianza de sus hijos.

Vía: Diario Libre