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Al rescate de un zumbadorcito extraviado

Hace 15 días, alrededor de las 7:00 p.m. , me llamó mi hija Evelin para decirme que Sarah, una compañera ecuatoriana de la PUCMM había encontrado un zumbadorcito, que es como se conoce en RD al grupo de aves que en muchos países llaman «colibrí «.

En estos casos se recomienda, si se trata de un polluelo volantón, ponerlo en un árbol cerca del lugar donde fue encontrado, para que los padres lo sigan alimentando. Pero se trata de un ave muy especial, cuyo metabolismo es tan alto que no sobrevive si pasa mucho tiempo sin libar el néctar de las flores, del cual obtiene energía para poder volar hacia los lados, hacia arriba, hacia abajo, hacia atrás y suspenderse en el aire, algo único entre las aves. Es tan alto su metabolismo, que en la noche, cuando no pueden reponer las energías, reducen la actividad de su metabolismo basal al mínimo, bajando su temperatura corporal de 40.5 a 21 grados Celsius, cayendo en una especie de hibernación nocturna. El corazón de las especies más pequeñas (nuestro zumbadorcito es la segunda ave más pequeña del mundo) puede alcanzar 1260 latidos por minuto (lo normal en un humano es de 75 a 80 por minuto) y baten las alas unas 80 veces por segundo. En todo el reino animal, sólo los insectos tienen un metabolismo más alto que los colibríes.

Decido pasar a buscarlo. De inmediato comienza el operativo de rescate. Como no sé qué tiempo hace que no come, lo primero es alimentarlo con una solución de agua de azúcar al 20%. Luego hay que darle proteína animal que en su ambiente consiguen comiendo insectos. Aquí surge la primera dificultad. Como se trata de un polluelo que ya vuela, es difícil alimentarlo. Todavía no es capaz de cazar insectos, pero sólo abre el pico cuando ve a su mamá (sólo las hembras crían en la mayoría de los colibríes). Les pasa como a los adolescentes humanos, que no aceptan su incapacidad y se niegan a recibir ayuda de los adultos. Esto lo resuelvo con una fórmula líquida que he inventado que suple casi todos los nutrientes. Moscas de la fruta (mimes) diluidas en el líquido proveen la proteína.

Otro problema es dónde ponerlo. Esa noche lo pongo en una jaulita bien pequeña para que no intente volar y gaste energía. Al día siguiente habilito uno de mis baños, colocando ramos secos en varios lugares. Es importante con aves en cautiverio que las perchas no tengan todas el mismo diámetro, pues un solo ángulo articulatorio podría hacerle daño a sus diminutas patas. Melli, que es el nombre que di a mi casi invisible huésped (Mellisuga minima es su nombre latino), parece haberse adaptado bien a su ambiente artificial, pero es un ámbito muy cerrado y caliente, lo que puede ser fatal dado su metabolismo acelerado. Como en mi pequeño jardín hay un bosquecito de Hamelia pattens, un arbusto frecuentado por ellos, al tercer día lo coloco temprano en la mañana en la jaulita que usé la primera noche. Añado el bebedero que ya reconoce y le dejo allí un par de horas. Procedo a liberarle a sabiendas de los riesgos que corro. Se puede perder, puede ser víctima de un depredador (un sapo, un lagarto grande).

Confío en que esto no suceda y que se comporte como lo hace con su madre y regrese siempre al área para ser alimentado. Mi pronóstico se cumple y desde hace más de una semana, cuando salgo al jardín Melli me espera perchada en una ramita. Cuando no logro verla, ella se encarga de hacerse visible, zumbando a mi alrededor y en ocasiones aterrizando en mi cabeza. guerrero.simon@gmail.com

Un comentario

  1. ysabel thompson

    ME ENCANTO. En medio ambiente necesitamos personas como usted. DIOS le bendiga.